Vagas como un fantasma por los callejones de mi pequeño corazón, mendigas un poco de amor, juras y perjuras que te has dado cuenta de que yo era la única que te llenaba sin necesidad de refugiarte en camas ajenas, ¿Qué quieres demostrar?, es la historia de siempre, yo me voy y tu vuelves, yo me acerco y tu te alejas, pero ahora ni eso... ya no te busco, al menos de la manera en que te buscaba antes, digamos que ahora te busco en esas aburridas tardes de domingo, cuando recuerdo el maratón de polvos al que me sometías, pero me he vuelto una blanda, lo he cambiado todo por el amor, aquello que según tú, iba ligado a los adjetivos soso e insípido.
Afirmábamos que el amor era una trampa para ilusos, que los besos sabían mejor a la hora del sexo, que las mejores marcas eran las de las uñas clavadas en la espalda...
Ambos sabemos que desde el principio hubo amor, pero por alguna razón nos avergonzaba reconocerlo, llegó un punto en que nos asustaba el hecho de tener una atracción tan desmesurada que no había forma posible de controlarla.
No éramos pareja pero rechazábamos a otras personas, no teníamos fecha pero hablábamos a todas horas, no sentíamos celos pero era ver a otra intentando colarse entre tus brazos y explotar, no sentíamos amor pero podíamos pasarnos horas abrazados y sonriendo, no sentíamos nada pero sentíamos todo.
No te eché, pero te fuiste. No te llamé, pero volviste. Y aquí estoy, sola, indefensa, contemplando aquellos mensajes pertenecientes a tiempos más felices, recordando que fue lo que me llegó a enamorar de ti, recordando que fue lo que me hizo alejarme de ti, recordando porqué ahora solo eres un puñado de recuerdos... cenizas, que al acumularse y soplar de disipan y no vuelven.