Son las 21.26 de la noche, es viernes, y... lo cierto es que me siento cansada, supongo que echo de menos el horario que tenía el año pasado.
¿Por qué odiaré tanto madrugar?, se supone que las cosas bonitas ocurren al amanecer para que así tengas una sonrisa en la boca el resto del día.
Estas semanas me he dado cuenta de algo, siempre miro con atención el mismo paisaje de camino a clase, pero siento que cada día es diferente. Los prados cercanos al jardín botánico están cercados por árboles altos y longevos, la hierba en sí está cargada de rocío, no puedo ver las gotitas resbalar sobre las finas y largas hojas, pero siento esa sensación al verlo. Hay una especie de niebla, siempre hay niebla, y junto con la luz natural hacen que se cree una atmósfera dulce, delicada, que invita a la aventura y al descubrimiento de algo nuevo. Siento deseos de madrugar un día e irme a hacer fotos allí, aunque tenga que colarme en alguna propiedad privada, supongo que algunas cosas merecen ser vistas o hechas a esas horas.
También veo el amanecer... uno de los lugares más bonitos de Gijón rodeado por colores que me llenan de alegría, no sé por qué, pero me siento feliz al ver un amanecer o una puesta de sol, aunque reconozco que he visto pocos amaneceres.
No sé si fue por estar a tu lado, pero... recuerdo estos dos amaneceres: Uno de ellos en Santander, fruto de no saber cómo se cerraba la persiana. Me gustó despertarme sin despertador, sólo la naturaleza diciendo que ese sería un buen día y tú a mi lado. El otro era Madrid, al día de irnos... era lunes y en teoría los lunes son días tediosos, pero ese lunes me gustó, ¿Sabes?, si te das cuenta también volvimos de Santander un lunes. Salimos de la habitación siendo de noche y al salir de Madrid comenzaba a amanecer, quizás no te dabas cuenta pero me fijaba en cómo se veían las torres con esos bellos colores. Siempre lo hago, siempre tengo un detalle que observar y la naturaleza me puede, sobretodo las olas... puedo estar horas viendo cómo rompe el mar sin percatarme de qué pasa ahí afuera, donde el mundo adopta conductas animales pero no se respeta el lugar donde vivimos.
Nos han pasado cosas muy bonitas este verano, hemos pasado mucho tiempo juntos, hemos comido una cantidad de helado considerable, hemos dado largos paseos por la playa, hemos hecho cosas nuevas y cosas que siempre se quedan con nosotros.
***
Mientras hablábamos por teléfono y te leía algo, me daba cuenta de que me hace feliz el hacerte feliz, antes... me importaba la felicidad de muy poca gente, y ahora, intento hacerte feliz siempre, porque... desde el primer día me has hecho confiar en ti, me has dado cosas que pensé que no volvería a tener, y... eso no se paga con suficientes cuentos.
Sabía que te habías quedado dormido y no quería despertarte, así que te susurré esto: "Creo que te has quedado dormido [silencio] vale, te has quedado dormido [risas] nada, mi amor... simplemente descansa, descansa mucho y duerme bien [silencio] sé que estos días no son fáciles para ti pero yo estoy ahí, siempre lo haré. Te amo... te amo mucho."
Preferiría estar ahí para susurrarte algo, darte un beso en la frente, acariciarte la cara... ¿Sabes?, sé que hace meses te hubieras ido conmigo a Santiago, yo tengo que decirte algo: Contigo, contigo me iría al fin del mundo.
Pienso en tus ojos, en tus manos, en tus lunares, en tus labios, en cómo te cae el flequillo sobre la cara, en ti... pienso en ti y eso me da fuerzas para sobrellevar lo malo que me pueda pasar en el día a día.
Me das un millón de buenos momentos, y, nunca me canso... de escribir sobre tí -nosotros-, de hablar contigo, de reírme, de soñar.
No cambiaría nada de esto, nada. Todo es perfecto, tú eres perfecto.
Son las 21.55, confirmo que la inspiración llega en los momentos más absurdos, y hoy... hoy me apetecía cerrar el día escribiendo sobre ti.
Dentro de poco cerraré los ojos, y lo haré pensando en ti.
Buenas noches, Aytor.
Ojalá estuvieses aquí conmigo, necesito uno de tus abrazos.
¿Por qué odiaré tanto madrugar?, se supone que las cosas bonitas ocurren al amanecer para que así tengas una sonrisa en la boca el resto del día.
Estas semanas me he dado cuenta de algo, siempre miro con atención el mismo paisaje de camino a clase, pero siento que cada día es diferente. Los prados cercanos al jardín botánico están cercados por árboles altos y longevos, la hierba en sí está cargada de rocío, no puedo ver las gotitas resbalar sobre las finas y largas hojas, pero siento esa sensación al verlo. Hay una especie de niebla, siempre hay niebla, y junto con la luz natural hacen que se cree una atmósfera dulce, delicada, que invita a la aventura y al descubrimiento de algo nuevo. Siento deseos de madrugar un día e irme a hacer fotos allí, aunque tenga que colarme en alguna propiedad privada, supongo que algunas cosas merecen ser vistas o hechas a esas horas.
También veo el amanecer... uno de los lugares más bonitos de Gijón rodeado por colores que me llenan de alegría, no sé por qué, pero me siento feliz al ver un amanecer o una puesta de sol, aunque reconozco que he visto pocos amaneceres.
No sé si fue por estar a tu lado, pero... recuerdo estos dos amaneceres: Uno de ellos en Santander, fruto de no saber cómo se cerraba la persiana. Me gustó despertarme sin despertador, sólo la naturaleza diciendo que ese sería un buen día y tú a mi lado. El otro era Madrid, al día de irnos... era lunes y en teoría los lunes son días tediosos, pero ese lunes me gustó, ¿Sabes?, si te das cuenta también volvimos de Santander un lunes. Salimos de la habitación siendo de noche y al salir de Madrid comenzaba a amanecer, quizás no te dabas cuenta pero me fijaba en cómo se veían las torres con esos bellos colores. Siempre lo hago, siempre tengo un detalle que observar y la naturaleza me puede, sobretodo las olas... puedo estar horas viendo cómo rompe el mar sin percatarme de qué pasa ahí afuera, donde el mundo adopta conductas animales pero no se respeta el lugar donde vivimos.
Nos han pasado cosas muy bonitas este verano, hemos pasado mucho tiempo juntos, hemos comido una cantidad de helado considerable, hemos dado largos paseos por la playa, hemos hecho cosas nuevas y cosas que siempre se quedan con nosotros.
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Mientras hablábamos por teléfono y te leía algo, me daba cuenta de que me hace feliz el hacerte feliz, antes... me importaba la felicidad de muy poca gente, y ahora, intento hacerte feliz siempre, porque... desde el primer día me has hecho confiar en ti, me has dado cosas que pensé que no volvería a tener, y... eso no se paga con suficientes cuentos.
Sabía que te habías quedado dormido y no quería despertarte, así que te susurré esto: "Creo que te has quedado dormido [silencio] vale, te has quedado dormido [risas] nada, mi amor... simplemente descansa, descansa mucho y duerme bien [silencio] sé que estos días no son fáciles para ti pero yo estoy ahí, siempre lo haré. Te amo... te amo mucho."
Preferiría estar ahí para susurrarte algo, darte un beso en la frente, acariciarte la cara... ¿Sabes?, sé que hace meses te hubieras ido conmigo a Santiago, yo tengo que decirte algo: Contigo, contigo me iría al fin del mundo.
Pienso en tus ojos, en tus manos, en tus lunares, en tus labios, en cómo te cae el flequillo sobre la cara, en ti... pienso en ti y eso me da fuerzas para sobrellevar lo malo que me pueda pasar en el día a día.
Me das un millón de buenos momentos, y, nunca me canso... de escribir sobre tí -nosotros-, de hablar contigo, de reírme, de soñar.
No cambiaría nada de esto, nada. Todo es perfecto, tú eres perfecto.
Son las 21.55, confirmo que la inspiración llega en los momentos más absurdos, y hoy... hoy me apetecía cerrar el día escribiendo sobre ti.
Dentro de poco cerraré los ojos, y lo haré pensando en ti.
Buenas noches, Aytor.
Ojalá estuvieses aquí conmigo, necesito uno de tus abrazos.
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