''Buenos días, cariño. ¿Qué tal has dormido hoy?, espero que bien... ya sabes que aunque hayamos hablado ayer de noche te echo de menos -siempre te echo de menos-. Te quiero, ten un buen día.''
Este es un mensaje que suelo escribir a diario, puede que con alguna ligera variación, pero con la esencia inamovible.
El tiempo pasa, conforme me hago mayor me doy cuenta de que pasa más rápido de lo que a mi me gustaría. No soy la clase de chica que se preocupa de que con los años le salgan arrugas, le cueste ponerse ese pantalón vaquero o vea una pequeña cana asomar por su dorado pelo. Me gusta sonreír, me paso el día sonriendo y si eso me acarrea arrugas... bienvenidas sean. Me gusta vivir cada día, experimentar las emociones del momento, llorar o reír si es necesario. Me asusta percatarme de que hace tres años empecé una relación, de que mis amigas se quejan de haber comenzado una relación y no poder ser libres ahora. Quieren trasnochar, jugar a enamorarse cada noche de un chico distinto, no dar explicaciones, no verse atrapadas en la rutina, acudir a las macro fiestas universitarias, sentirse divas en un universo plagado de amores efímeros bañados por alcohol y adornados con maquillaje y vestidos que impiden ver a la persona ''real'' que hay detrás.
Mis amigos y amigas solteros viven la vida, suelen gastarse alrededor de 100€ en alcohol y un sábado, suelen despertarse en casa de algún ligue de una noche y conviven hasta el lunes con el sentimiento de vergüenza al no recordar qué han hecho y con esa bonita resaca. Cada jueves, viernes y sábado acuden a una fiesta nueva, no sufren por amor... hace mucho que decidieron no sufrir por nada ni por nadie, nunca más.
Llevo una vida un tanto discreta, me gusta tener mi parcela de privacidad e individualidad, algo que he aprendido al descubrir que no llenar mi instagram con fotos de cada lugar -con su correspondiente localización- me aporta tranquilidad. Ya no subo tantos selfies, aunque seamos sinceros, estudio... estudio mucho y duermo poco, no me veo bonita, ya no veo en mi esa cara sin ojeras que tenía a los 18 años. Subo selfies cuando me pinto los labios de rojo -algo que me hace sentir segura y bella-, cuando estoy un viernes por la noche cuando tomo algo con mis amigas o cuando estoy con mi pareja haciendo algo totalmente cotidiano.
Debo confesar algo: este último año ha sido un caos, he sentido mil y una emociones, me he roto y me he reconstruido con esparadrapo, he fingido estar bien cuando las olas me destrozaban una y otra vez y al final sólo quedaba yo flotando a la deriva en un mar de -malos- pensamientos. Me gusta ser una heroína, ayudar a quienes tengo cerca pero mantener impune mi coraza de hielo. He pasado por momentos de incertidumbre tan amplios como el océano Pacífico, no sabía si hacía bien estudiando lo que estudiaba, no sabía si seguía teniendo talento para escribir, no sabía si seguía teniendo esa ''visión'' para fotografiar, no sabía literalmente si servia para algo. Me costaba dormir, las críticas de algunas personas me hacían más daño del que se supone deberían hacerme, la enfermedad de mi madre con su correspondiente humor me tenían derrotada pensando que era todo por mi culpa, mi pareja tuvo una época larga de mal humor y eso me hacía sentir como que todo estaba abocado al desastre. Debo reconocer que, especialmente en verano cuando me pasé un mes llorando por todo, mi pareja siguió ahí a mi lado, tuvimos días malos y aprendimos a hablar y mejorar las cosas, aprendimos a tolerar rasgos del otro que podían no gustarnos demasiado, aprendimos que hacemos un gran equipo y es inevitable tener momentos malos.
Algo bueno que ha tenido mi año 2015 es que me he reconocido, me he visto y he conectado conmigo misma, he aprendido que no soy perfecta y que es natural que algunas cosas escapen fuera de mi alcance, he aprendido que no puedo agradar a todo el mundo y es lógico que algunas personas sin motivo alguno te etiqueten y decidan que es más racional creerse sus mentiras antes de tener una conversación contigo, he aprendido que debo separar las emociones de quienes me rodean de las mías propias ya que es una tortura emocional muy intensa el sentir dolor por un periodo de tiempo prologando, he aprendido que quien tiene la única verdad sobre la forma de trabajar de encontrar inspiración y de plasmar mis ideas soy yo... he encontrado copias de mis trabajos y aunque siga sin halagarme eso me hace querer conseguir más logros, he aprendido que con algunas personas es mejor ignorar que entrar al ruedo y sentir más dolor, he aprendido a distinguir a quienes están a mi lado de quienes quieren estar por un tiempo, he aprendido que pase lo que pase el arcoiris siempre sale y de nosotros mismos depende observarlo o seguir caminando en la lluvia.
Retomando el punto original, no me arrepiento en ningún momento de mi decisión... no me arrepiento de haber encontrado a alguien hace 3 años, porque antes me conformaba y ahora ya no lo hago, estoy dentro de una relación en la que quiero estar, en la que tengo lo que necesito y soy feliz. No necesito pasarme tres días de fiesta, no necesito adornar mi diario con nombres de chicos a los que habría olvidado a la semana siguiente, no necesito llenar mi cara de maquillaje en días en los que no me apetece, tener conversaciones vacías durante una primera cita que doy por seguro que no se repetirá, encontrarme con un chico que me dice que debería llevar el pelo de color castaño y rizado porque su ex lo llevaba así, no necesito desilusionarme para creer que mi verdadero amor está por ahí en alguna parte.
Hablamos todos los días, le encanta verme -sonreír- por skype, discutimos alguna vez y siempre es por tonterías, nos reímos sin parar, tomamos un café y compartimos anécdotas, damos un largo paseo por la playa, le gusta acompañarme de tiendas aunque sufra un poco, entiende mis pasiones y me anima a que vaya a por todas, entiende que a mí me haga sentir libre viajar unos días y se apunta a mis aventuras, nos damos nuestra pequeña parcela de individualidad para ser nosotros -y dos personas por separado-, le gusta verme comer una porción de tarta de chocolate porque ve mi cara de estar alcanzando el nirvana, le gustan mis desvaríos y que cambie de tema cinco veces durante una conversación, en resumen... está enamorado de mi, de todo yo.
Me encanta verle sonreír aunque a veces me gustaría que lo hiciera más a menudo, sé que tiene un pequeño universo de dolor en que a veces le resulta imposible estar enfadado pero yo sigo ahí, y jamás abandonaría esta relación por eso. Me encanta ver cómo se relaja y saca a relucir a su niño interior, me gusta vernos bajo las sábanas riéndonos y sin ninguna preocupación, me encanta cuando me dice que me ama, me encanta caminar juntos cogidos de la mano, me encantan sus besos con sabor a cielo, me encanta sentirme protegida por él, saber que siempre va a ayudarme cuando lo necesite.
Le amo, no necesito nada más que él. No necesito a ningún ex listillo de turno que ronda cada X meses para ver si ya puede tener su oportunidad, no necesito conocer a nadie más, no necesito adornos para ser feliz. Nos necesito, a un nosotros luchando por un futuro juntos, a nuestra historia.
♥
Este es un mensaje que suelo escribir a diario, puede que con alguna ligera variación, pero con la esencia inamovible.
El tiempo pasa, conforme me hago mayor me doy cuenta de que pasa más rápido de lo que a mi me gustaría. No soy la clase de chica que se preocupa de que con los años le salgan arrugas, le cueste ponerse ese pantalón vaquero o vea una pequeña cana asomar por su dorado pelo. Me gusta sonreír, me paso el día sonriendo y si eso me acarrea arrugas... bienvenidas sean. Me gusta vivir cada día, experimentar las emociones del momento, llorar o reír si es necesario. Me asusta percatarme de que hace tres años empecé una relación, de que mis amigas se quejan de haber comenzado una relación y no poder ser libres ahora. Quieren trasnochar, jugar a enamorarse cada noche de un chico distinto, no dar explicaciones, no verse atrapadas en la rutina, acudir a las macro fiestas universitarias, sentirse divas en un universo plagado de amores efímeros bañados por alcohol y adornados con maquillaje y vestidos que impiden ver a la persona ''real'' que hay detrás.
Mis amigos y amigas solteros viven la vida, suelen gastarse alrededor de 100€ en alcohol y un sábado, suelen despertarse en casa de algún ligue de una noche y conviven hasta el lunes con el sentimiento de vergüenza al no recordar qué han hecho y con esa bonita resaca. Cada jueves, viernes y sábado acuden a una fiesta nueva, no sufren por amor... hace mucho que decidieron no sufrir por nada ni por nadie, nunca más.
Llevo una vida un tanto discreta, me gusta tener mi parcela de privacidad e individualidad, algo que he aprendido al descubrir que no llenar mi instagram con fotos de cada lugar -con su correspondiente localización- me aporta tranquilidad. Ya no subo tantos selfies, aunque seamos sinceros, estudio... estudio mucho y duermo poco, no me veo bonita, ya no veo en mi esa cara sin ojeras que tenía a los 18 años. Subo selfies cuando me pinto los labios de rojo -algo que me hace sentir segura y bella-, cuando estoy un viernes por la noche cuando tomo algo con mis amigas o cuando estoy con mi pareja haciendo algo totalmente cotidiano.
Debo confesar algo: este último año ha sido un caos, he sentido mil y una emociones, me he roto y me he reconstruido con esparadrapo, he fingido estar bien cuando las olas me destrozaban una y otra vez y al final sólo quedaba yo flotando a la deriva en un mar de -malos- pensamientos. Me gusta ser una heroína, ayudar a quienes tengo cerca pero mantener impune mi coraza de hielo. He pasado por momentos de incertidumbre tan amplios como el océano Pacífico, no sabía si hacía bien estudiando lo que estudiaba, no sabía si seguía teniendo talento para escribir, no sabía si seguía teniendo esa ''visión'' para fotografiar, no sabía literalmente si servia para algo. Me costaba dormir, las críticas de algunas personas me hacían más daño del que se supone deberían hacerme, la enfermedad de mi madre con su correspondiente humor me tenían derrotada pensando que era todo por mi culpa, mi pareja tuvo una época larga de mal humor y eso me hacía sentir como que todo estaba abocado al desastre. Debo reconocer que, especialmente en verano cuando me pasé un mes llorando por todo, mi pareja siguió ahí a mi lado, tuvimos días malos y aprendimos a hablar y mejorar las cosas, aprendimos a tolerar rasgos del otro que podían no gustarnos demasiado, aprendimos que hacemos un gran equipo y es inevitable tener momentos malos.
Algo bueno que ha tenido mi año 2015 es que me he reconocido, me he visto y he conectado conmigo misma, he aprendido que no soy perfecta y que es natural que algunas cosas escapen fuera de mi alcance, he aprendido que no puedo agradar a todo el mundo y es lógico que algunas personas sin motivo alguno te etiqueten y decidan que es más racional creerse sus mentiras antes de tener una conversación contigo, he aprendido que debo separar las emociones de quienes me rodean de las mías propias ya que es una tortura emocional muy intensa el sentir dolor por un periodo de tiempo prologando, he aprendido que quien tiene la única verdad sobre la forma de trabajar de encontrar inspiración y de plasmar mis ideas soy yo... he encontrado copias de mis trabajos y aunque siga sin halagarme eso me hace querer conseguir más logros, he aprendido que con algunas personas es mejor ignorar que entrar al ruedo y sentir más dolor, he aprendido a distinguir a quienes están a mi lado de quienes quieren estar por un tiempo, he aprendido que pase lo que pase el arcoiris siempre sale y de nosotros mismos depende observarlo o seguir caminando en la lluvia.
Retomando el punto original, no me arrepiento en ningún momento de mi decisión... no me arrepiento de haber encontrado a alguien hace 3 años, porque antes me conformaba y ahora ya no lo hago, estoy dentro de una relación en la que quiero estar, en la que tengo lo que necesito y soy feliz. No necesito pasarme tres días de fiesta, no necesito adornar mi diario con nombres de chicos a los que habría olvidado a la semana siguiente, no necesito llenar mi cara de maquillaje en días en los que no me apetece, tener conversaciones vacías durante una primera cita que doy por seguro que no se repetirá, encontrarme con un chico que me dice que debería llevar el pelo de color castaño y rizado porque su ex lo llevaba así, no necesito desilusionarme para creer que mi verdadero amor está por ahí en alguna parte.
Hablamos todos los días, le encanta verme -sonreír- por skype, discutimos alguna vez y siempre es por tonterías, nos reímos sin parar, tomamos un café y compartimos anécdotas, damos un largo paseo por la playa, le gusta acompañarme de tiendas aunque sufra un poco, entiende mis pasiones y me anima a que vaya a por todas, entiende que a mí me haga sentir libre viajar unos días y se apunta a mis aventuras, nos damos nuestra pequeña parcela de individualidad para ser nosotros -y dos personas por separado-, le gusta verme comer una porción de tarta de chocolate porque ve mi cara de estar alcanzando el nirvana, le gustan mis desvaríos y que cambie de tema cinco veces durante una conversación, en resumen... está enamorado de mi, de todo yo.
Me encanta verle sonreír aunque a veces me gustaría que lo hiciera más a menudo, sé que tiene un pequeño universo de dolor en que a veces le resulta imposible estar enfadado pero yo sigo ahí, y jamás abandonaría esta relación por eso. Me encanta ver cómo se relaja y saca a relucir a su niño interior, me gusta vernos bajo las sábanas riéndonos y sin ninguna preocupación, me encanta cuando me dice que me ama, me encanta caminar juntos cogidos de la mano, me encantan sus besos con sabor a cielo, me encanta sentirme protegida por él, saber que siempre va a ayudarme cuando lo necesite.
Le amo, no necesito nada más que él. No necesito a ningún ex listillo de turno que ronda cada X meses para ver si ya puede tener su oportunidad, no necesito conocer a nadie más, no necesito adornos para ser feliz. Nos necesito, a un nosotros luchando por un futuro juntos, a nuestra historia.
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