Atravesamos diferentes etapas durante nuestra vida, partimos de una base en la que somos de una cierta manera y con el paso de los años nos vamos modelando cual roca en el mar.
Cuando lo único que sabía del amor era lo que leía en las revistas para adolescentes, me sentía fuerte, no había dado siquiera mi primer beso y soñaba con tener ese amor que nos venden en las películas, algo perfecto, sincero, romántico, loco, desenfrenado, duradero.
Mi primer contacto con el amor fue totalmente lo contrario a aquello que me vendieron, fue algo imperfecto, cruel, insano, efímero, doloroso.
Hace poco reflexionaba sobre que habían pasado 8 años, ¡8 años!, ¿Podemos todos notar que eso son casi 10 años y que en 10 años nuestra vida puede cambiar cuantiosamente?.
El paso del tiempo me ha enseñado que nunca sabía tanto como creía saber, que a ciertas personas las oportunidades no deberíamos dárselas con los dedos de las dos palmas, que el amor es distinto en cada relación, que el amor no puede definirse porque seguramente lo vivido sólo sea una pequeña parte de lo que nuestro interior siente.
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Te conocí con 19 años, aunque en ese momento mi madurez bien podría haber sido la de una niña de primaria. Cuando nos conocimos había roto hacía poco tiempo con una persona que se quejaba de mi forma de ser, que esperaba que encontrase un trabajo, que formase una vida y tuviese una vida que no me planteo hasta la treintena. Quería huir, irme sola a cualquier sitio y no darle cuentas a nadie, ser libre de hacer lo que quisiera, no enamorarme, o al menos no buscarlo.
Y llegaste tú, y rompiste mis esquemas.
No quería enamorarme, no quería más citas, no quería que nadie más traicionase mi confianza, no quería que nadie atravesase mi muro. Era feliz, o creía serlo, pero vivía en un letargo.
Los comienzos de nuestra relación fueron algo difíciles, cuando dos personas que tienen un muro se quieren y quieren tirarlo todo abajo para construir un fuerte, todo se hace difícil a la fuerza.
Pasamos nuestro primer año, el segundo y estamos a punto de llegar al tercer año.
A veces me pregunto; ¿Qué puede pasar por la cabeza de una persona que ha tenido tantas relaciones, tantas oportunidades, tantas anécdotas, tantas fiestas para querer cambiar todo eso por una sola persona?.
Siempre me he considerado sosa, algo borde dentro de lo implícito de llevar el sarcasmo por bandera, sensible, cruel con quien me hace daño, inmadura, y todo aquello que veo malo dentro de mí tu lo ves como un detalle adorable que te cautiva. Somos distintos, bastante distintos, y... aquí estamos, juntos.
Ayer hablábamos de que en nuestra cita sufrí un bloqueo porque interiormente me comparaba sin cesar con todas las chicas de tu lista, me veía poco, o más bien, no sabía qué era lo que tú veías, lloré y me miraste a los ojos viendo lo que sentía. Siempre había estado acostumbrada a ser la chica personaje, de la que sabían quién era por lo que yo mostraba, pero nunca había hablado con un chico de literatura, de política, de mis sueños, de miedos, de planes. Ellos decían que yo tenía algo especial, creo que era una forma bastante decorada de decir que me veían porque era lo que había al alcance y en realidad no me conocían ni pretendían hacerlo.
Contigo me mostré tal como soy, he compartido toda mi vida desde aquel 13 de diciembre a tu lado, he llorado, he reído, he compartido mis planes, he pasado noches en vela llorando porque no podía abrazarte y eras la única persona a la que necesitaba tener cerca, he hecho el amor más fantástico del mundo, he jugado con tu tripa, me he arropado en la cama contigo y he jugado con tus manos, he cantado canciones tontas simplemente porque me haces feliz, he visto los atardeceres más bonitos, he tenido los besos más sinceros, suaves, cálidos y jugosos de mi vida, he sentido que el amor existe, no del modo en que me lo vendieron y lo agradezco.
Contigo el amor es algo inmarcesible, inefable, limerente, real.
Contigo el amor es serendipia.
- 20:05
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